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Texto 25 Técnica, Ética y Responsabilidad. El auge que ha experimentado la ética aplicada desde el último tercio del siglo XX se debe fundamentalmente al daño del medio ambiente, a la acumulación de desperdicios (nucleares y demás), a las prácticas mercantiles, a los procedimientos médicos con nuevas tecnologías, a la drogadicción. El uso del arma atómica originó uno de los debates más significativos en torno a la ingeniería nuclear y a la ética científica misma. La tecnología ha tenido efecto en la ética, en razón de la transformación que provoca en la acción humana, tanto en su poder, como en la imprevisibilidad de sus consecuencias. Las nuevas tecnologías (por ejemplo, la exploración del espacio, el arma atómica extraterrestre, los pesqueros de gran capacidad procesadora y las biotecnologías) crean nuevos problemas que requieren normativas especiales. La idea general que preside una ética aplicada o ética técnica es que siempre hay más de un modo de hacer; más de una solución. Y la cuestión acerca de cuál de ellas elegir tiene que ver con la libertad, con las alternativas de acción y con las secuelas o consecuencias que una u otra alternativa acarrearán para los directamente involucrados y para los eventualmente involucrados, pero también para las generaciones futuras y, eventualmente, en ciertos casos, para la vida humana o para la vida en general. (Así, por ejemplo, determinadas técnicas tienen efectos sobre la biosfera, sobre la atmósfera, etc). El entusiasmo ilustrado que generó en el siglo XIX toda una ideología del progreso, dio paso en la segunda mitad del siglo XX a una actitud más cautelosa. Las más graves reservas se asocian con el arma atómica, los experimentos médicos y el reconocimiento de severos daños sobre el medio ambiente y la salud humana. En este contexto se produjo un replanteamiento ético frente a la técnica moderna. Es así que los propios especialistas se encontraron frente a nuevos dilemas en su actividad profesional, de modo que los biólogos y los médicos, estimulados por casos legales famosos, alimentaron y contribuyeron al desarrollo y a la institucionalización universitaria de la bioética como ramo y como disciplina. En rigor, todas las profesiones tienen un compromiso ético, pues representan conductas humanas que inciden sobre los demás. Lo propio de la conducta humana es que guarda una referencia con el bien y el mal. Por eso las conductas son esencialmente reguladas, sujetas a normas, aunque éstas no sean expresamente objeto de una regulación legal. Las que no están sujetas a la ley, están normadas por las costumbres. Donde todavía no puede haber la norma de la costumbre, hay un vacío. Al intentar iluminar los problemas concretos de la biomedicina, el manejo ambiental y la informática, los filósofos han confiado primordialmente en los textos clásicos de la teoría moral, tales como la Ética a Nicómaco de Aristóteles; Los fundamentos de la metafísica de las costumbres de Kant, y Utilitarismo de John Stuart Mill. Estos textos están desprovistos de referencias explícitas a la tecnología. Sin embargo, les procuran los puntos de partida y los principios fundamentales, de modo que lo que se conoce como “ética aplicada” es resultado del intento de adaptar los análisis clásicos de la filosofía de la moral a los asuntos técnicos. Surgen problemas acerca de la confiabilidad de los programas computacionales, acceso democrático, uso ético de la información, etc. Pero no ha habido, por parte de los profesionales de la computación abocados a detectar estos problemas, un examen más sistemático de por qué dichos cambios en la tecnología levantan cuestiones éticas. Los medios de comunicación electrónicos y su influencia sobre las conciencias alteraron los marcos de discusión, levantando al mismo tiempo la discusión acerca de cómo estos medios gravitan en las decisiones públicas y en el proceso democrático. (Texto elaborado por encargo de la Unidad de Currículum y Evaluación, del Ministerio de Educación, para el presente programa de Formación General en Filosofía). |