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Documento 3.2

Hacia el encuentro del otro

La elección de un compañero es un acto en el que se encuentran dos personas, para quienes el futuro se convierte en el deseo de desarrollar un plan de vida común. Es un momento decisivo en la vida de un ser humano, ya que implica elegir a alguien con el cual se entrelazará el propio destino; implica optar por una nueva forma de vida. La elección es el fundamento para la formación de una familia; une a dos personas en una relación que es el núcleo alrededor del cual se desarrollará y crecerá la familia. Mientras más sólida sea esta relación, mayores posibilidades habrá de que pueda sostener y afirmar lo que sobre ella se construye.

 A menudo, erróneamente, se piensa que la elección de pareja se relaciona con un momento preciso en la vida de dos personas, transformándose luego en un hecho consumado. En parte lo anterior es cierto, hay un momento en el cual la pareja se decide a compartir la vida y esto se experimenta como algo único y definitivo, mas éste no es independiente de lo que se ha vivido anteriormente ni de lo que se vivirá en el futuro. El elegir es fruto de toda la historia y experiencias de una persona. A su vez, en una relación de pareja que crece y se desarrolla, las personas van cambiando, como también la relación. Esto hace que la elección sea algo que se va actualizando a través del tiempo. Supone optar y comprometerse por y con el otro permanentemente a través del ciclo de vida de la pareja. De lo antes dicho se desprende que es necesario considerar la elección como un proceso, en el cual es importante la evaluación de lo que ha significado la vida en común y sus proyecciones para el futuro.

 1. LA PREPARACIÓN PARA EL ENCUENTRO

Si bien la elección de pareja es el comienzo de una vida compartida, es también la culminación de aspectos significativos del desarrollo individual. A través del proceso de desarrollo, el individuo experimenta sus posibilidades de ser en relación con otros.

 La primera experiencia de unión, de amor, de cada uno se realiza con la madre. Se inicia a partir de esta relación un largo proceso de crecimiento que implica dependencia y a la vez una necesaria separación que posibilitará el llegar a ser una persona psicológicamente única, íntegra y diferente, pero a la vez abierta y receptiva hacia los demás. Más tarde, a través del desarrollo de la intimidad de la pareja, se produce el proceso opuesto, en que dos llegan a configurar una unidad.

 La preparación para el logro de esta intimidad y encuentro con el otro resulta particularmente importante en la edad juvenil. El joven trata de desarrollar aptitudes personales y sexuales para una vida de pareja. Vivirá una fase en que cambia de compañero con frecuencia, porque lo que importa no es tanto el otro como persona total, sino el demostrarse a sí mismo y a los demás su éxito en la conquista (88, 89). Con esto consigue no sólo prestigio y admiración de sus pares, sino que aumenta su propia estima; descubre sus posibilidades de relación, es decir, lo que él significa para los demás y lo que él es capaz de dar en cuanto a cariño, comprensión, lealtad y compromiso; reconoce al mismo tiempo sus propios límites y aprende a conocerse más objetivamente. Pasa del egocentrismo a una percepción más realista de sí mismo, al tiempo que descubre en estas relaciones lo que el otro significa para él y lo que él es capaz de apreciar en el otro, que se ha transformado en un “tú” a quien se anhela y se desea conquistar.

 Todas estas experiencias ayudan al joven a tomar decisiones que se convierten en definiciones más nítidas de sí mismo. El conocimiento de sí mismo a través del otro le permite asumir un rol como individuo sexual adulto que se concreta en la posibilidad de una elección de pareja definitiva.

 Del mismo modo anterior, experimentando el joven descubre otras dimensiones de su identidad y es así que al probar diversos roles de la vida adulta puede conciliar su concepto de sí mismo con el reconocimiento social, tornar decisiones vocacionales y hacer elecciones adecuadas a sus verdaderas posibilidades.

 Por otro lado, cuestionando lo establecido y decantando su experiencia, el joven se forma una idea propia acerca de diversos aspectos de la vida; una postura que es independiente y autónoma de la de sus amigos, familia y sociedad. Afirmado en su nueva identidad logra separarse psicológicamente de su familia, lo que no significa dejar de mantener un compromiso afectivo con ella (27, 39).

 Este proceso permite al joven definir la identidad y la integración de una persona en las áreas afectiva, racional y social y le posibilita saber qué compañero elegir; elección que excluye otras posibles parejas, estableciendo así una relación de intimidad en la que puede mostrarse sin temor, ya que con la pareja probablemente comparte valores, intereses y formas de enfrentar la vida además de los sentimientos de amor y ternura.

 Sin embargo, la elección de pareja no siempre se produce, cuando el individuo ha logrado una autoconfiguración que se concreta en una identidad integrada. La unión puede ocurrir en etapas anteriores, lo que señalará y determinará diferentes posibilidades de crecimiento y satisfacción de la pareja y la familia. Es cierto que existe la posibilidad de cambio y que una relación que comienza débil puede crecer y desarrollarse, sin embargo, el comienzo puede llegar a marcar fuertemente la relación. El grado de desarrollo personal también es importante porque de él se deduce la capacidad de amar del individuo y el tipo de amor que es capaz de experimentar.

 2. LA IMPORTANCIA DEL AMOR

2.1. EL AMOR ROMÁNTICO

El amor romántico es emocional, impulsivo, intenso y con gran fuerza dinámica; es algo que ocurre y que el sujeto no puede evitar, “pasó, me enamoré”.

• “El enamorado siente una atracción irresistible por el otro. Algo externo, un “no sé qué”, algo en la manera de hablar, de reír del ser amado provoca intensas emociones, siente que no puede vivir sin él; se le desea y se le teme.

• Este tipo de amor es autorreferente. El enamorado no ve al otro, sino que se ve a sí mismo en el otro.

• Este tipo de amor se da en las personas dependientes, que se sienten incompletas. Personas que ven la relación como un alivio frente al aislamiento; existe en ellas la ilusión de ser

“uno” completo a través del otro. El enamorado usa al otro, tratando de tomar de él lo que le falta. Es por eso que busca la fusión en la cual el “nosotros” anula el “tú” y “yo”.

• Este tipo de amor es propio de los adolescentes que están tan centrados en sí mismos y en la búsqueda de su propia individualidad, que no pueden ver al otro sino a través de sus propias necesidades. Un sentimiento que se ve reforzado por la idealización y el asumir posiciones extremas de “todo o nada” que son facetas tan propias de esta etapa del desarrollo.

 Pero también experimentan el amor “romántico” adultos inmaduros cuyo desarrollo no ha superado la etapa del egocentrismo, aun cuando pueden haber logrado definir su identidad en algún área, como por ejemplo en el plano laboral. La propia identidad carece de la solidez necesaria.

Efectivamente, en nuestra cultura existe el mito del amor romántico. De alguna manera se nos enseña que ese es “el” amor (6). Se piensa que no hay amor cuando se acaba la pasión, la excitación, el deseo de poseer al otro, ya que éstos constituyen para muchos los signos distintivos de su presencia. Si ellos se aplacan, la relación deja de tener sentido. Por otra parte, la educación en los roles sexuales está orientada a desarrollar la limitación y la dependencia (66).

Hombre y mujer van negando aspectos de sí mismos, de tal forma que para ser “uno” tienen que complementarse con el otro. Es cierto que durante los últimos años la situación ha tendido a hacerse menos rígida en este sentido, sin embargo, aún subsiste muy arraigada la valoración de los papeles diferenciados. Más aun, el machismo muy exacerbado en ciertos sectores sociales consagra la posesión del hombre sobre la mujer y la dependencia de ella.

 Por último, muchos procesos amorosos se ven detenidos al nivel del amor romántico, porque las personas hacen suyas una serie de costumbres y valores sociales, particularmente de la sociedad urbana. Es así como el individualismo, la desconfianza, la competencia, el énfasis en el tener, la importancia asignada a lo externo, al poder y la dominación, la rapidez con que se vive, no dan lugar para compartir, para sacarse las máscaras, para “ser”, para compenetrarse consigo mismo y con el otro y darse tiempo para trabajar la relación, requisitos fundamentales para el desarrollo de un amor maduro (17).

2.2. EL AMOR MADURO

El amor maduro es un proceso, no un suceso; es algo que se crea, no algo que se dé solo. Al enamorarse dos personas se produce un estado de armonía que hace que el estar juntos parezca perfecto. Pero este estado de perfecta unidad no dura para siempre. El enamorado ve en un comienzo sólo algunos aspectos del ser amado, pero poco a poco va conociendo de él otras facetas, no siempre positivas.

 El amor maduro es un sentimiento estable, reflexivo y profundo. Es un amor activo que proviene de la interioridad del individuo, que siente en sí la capacidad de transformar el mundo; impulsa, permite crecer, motiva a seguir viviendo y da sentido a la vida (32). Es trascendente, altruista, abierto a los intereses y deseos del otro, a quien acoge, respeta y aprecia en su individualidad única. Es responsable y tierno y le interesa que todo lo del otro se desarrolle.

En él, el contacto físico se ve caracterizado por el afecto, la calidez y la cercanía; no hay opresión, sino consenso (17).

 En la relación existe una mutua estimulación y apoyo que se cultiva a través de la comunicación abierta y recíproca. Hay una identificación total sin pérdida de la propia individualidad; existe un “tú”, un “yo” y un “nosotros” que se nutren mutuamente. La relación no se encierra en sí misma sino que es abierta a otros (77).

 Este tipo de amor es el amor de las personas autónomas, con una identidad integrada, en que uno no depende del otro para su autodefinición. En él, la unión es el fruto del ser de dos personas diferentes y completas, separadas, pero en contacto.

 Estas personas habitualmente han logrado una confianza básica en las etapas tempranas de su vida que les ha permitido superar las etapas siguientes. Han sido reconocidas y amadas, viviendo en un ambiente en que se valora la solidaridad y el compartir en un medio de respeto entre unos y otros.

 El amor es un camino en que el desarrollo personal y de la intimidad de la pareja se nutren mutuamente para aproximarse cada vez más al amor maduro, que va calando poco a poco, de manera crecientemente más profunda, permitiendo una relación de pareja más completa.

3. ¿POR QUÉ SE ELIGE?

3.1. MOTIVACIONES PARA LA ELECCIÓN

Las motivaciones para la elección de un cónyuge son muchas veces difíciles de definir y explicar.

En grandes líneas se podría decir que dos personas se eligen desde “porque están enamoradas” hasta “porque les conviene”.

 El estar enamorado es en gran parte ajeno a la actividad racional. En la atracción que se produce entre dos personas hay un “algo” oculto que actúa como radar y que solamente lo perciben las personas afectadas. Esta fuerza poderosa produce el “click” emocional que llamamos

“química” (73). Una atracción profunda que tiende a ser un proceso inconsciente donde juegan un papel fundamental las propias inseguridades básicas, producto de las deficiencias, carencias y traumas de la historia vital de las personas, que las llevan a ubicarse en una determinada posición y a valorar la posición opuesta (67, 88).

 La atracción amorosa, por otro lado, también está regulada por procesos menos profundos, producto de la historia de socialización de las personas. Este sentirse emocionado puede estar basado en cualidades más superficiales, que corresponden a algo que la sociedad ha enseñado a valorar y que son cualidades más externas, aparentes, evidentes (32). Estos factores provenientes del proceso de socialización también pueden tener un componente inconsciente en mayor o menor grado, ya que muchos de ellos pueden corresponder a valores que se han incorporado en la persona aun cuando ella puede no haberlos procesado por sí misma.

 Aun cuando los procesos inconscientes pueden designar a quien se ama, se requiere de la actividad racional para poder juzgar acertadamente con quién se podrá vivir en armonía. En este sentido, a pesar de que el proceso de elección se basa principalmente en procesos inconscientes, el juicio consciente interviene después, apreciando de manera lógica las posibilidades de éxito o fracaso de la elección. Lo que evalúa este proceso “racional consciente” puede ser el grado de acuerdo en costumbres, valores, metas e ideales, en la forma de enfrentar los problemas, la concordancia en la apreciación del mundo, la religión, la familia..., de modo que existan bases para una convivencia en armonía (53). Es especialmente en esta etapa cuando cobra importancia la presión de las familias de origen, las que con sus actitudes pueden empañar la atracción inicial.

 Se puede concluir entonces que la elección de pareja puede considerar la dimensión puramente emocional o afectiva, la emocional complementada con la racional y aquella puramente racional.

3.2. PROCESOS INCONSCIENTES

La atracción amorosa depende, entre otras cosas, de procesos inconscientes, donde las inseguridades básicas producto de deficiencias, carencias y traumas infantiles son elementos dinámicos y activos. Estos sentimientos dolorosos y deseos insatisfechos relacionados con la añoranza de otro ser, tienden a influir en las relaciones humanas de la vida real y en forma muy especial, en las relaciones que impliquen una ligazón emocional fuerte. Al proyectarse en el otro, las personas atribuyen a él sentimientos, deseos y añoranzas que les son propios. Este mecanismo puede ser la base de la elección original de pareja, al escoger una persona que está disponible y que actúe naturalmente o acepte actuar, al menos parcialmente, aquello que el otro desea proyectar (67). Las impresiones tales como “él parece tan seguro de sí mismo”, “es una persona de principios”, “ella siempre consigue lo que quiere de los demás”, podrían ser claves de deseos y añoranzas secretas, de partes de sí mismo no desarrolladas, que pueden influir de manera decisiva en el desarrollo de una relación estable. El elegir una pareja es, en este sentido, encontrar a un otro que pueda suplir lo que a la persona le falta, es encontrar por lo tanto un complemento. Es así que este proceso se llama complementariedad y siempre conlleva una condición de opuestos.

3.3. COMPLEMENTARIEDAD POSITIVA Y NEGATIVA

En las relaciones donde se da una complementariedad positiva, cada miembro es capaz de contactar en el otro aquellos aspectos de sí mismo que no ha desarrollado; la imputación que se pueda hacer en el otro, de aspectos o sentimientos propios no aceptados, ayuda a reconocer aspectos desconocidos de sí mismo. El experimentar estas facetas como parte de la persona querida permite disminuir la ansiedad que antes se producía, pudiendo aparecer como aspectos aceptables que incluso pueden llegar a ser incorporados como propios (67). Existe una actitud de apertura, de querer comprender, y el hecho de tener el mismo problema hace que ambos se puedan entender mejor.

 La relación que se basa en una complementariedad negativa atrapa a la pareja en un círculo vicioso; cada uno enfatiza las imperfecciones del otro, tratando que el otro se le asemeje.

La persona que proyecta en el otro aspectos atemorizantes de sí misma por ejemplo, agresión, depresión pueden llegar a separarse más y más de ellos, forzando así al compañero a expresarlos cada vez de manera más intensa. No logra reconocer estos aspectos como parte de sí, sino que ellos le son cada vez más inaceptables, le producen más y más temor, lo que lleva a la necesidad de atribuirlos con mayor intensidad al otro. Esto hace que las personas queden atrapadas en su modo de ser y no se permitan el cambio; buscando que el otro cambie, se empujan así mutuamente hacia los extremos, creando imágenes polarizadas de cada uno. Se torturan mutuamente, tratando cada uno que el otro solucione el problema que ellos mismos tienen (67, 73).

 En una relación de pareja nunca se dan los extremos de complementariedad positiva o negativa. En toda relación se presentan elementos de ambas. Mientras más desarrollada esté la persona con respecto al conocimiento de sí misma y mientras mayor sea su grado de madurez emocional, más posibilidad habrá de que el encuentro con otro se transforme en una relación de “canje”, que se complemente positivamente, aun cuando puedan existir aspectos en los que el ajuste no se produzca (31). Esta relación se establece fundamentalmente sobre la base de dar y no de tomar del otro. La persona que se encuentra plena, que se siente satisfecha consigo misma, siente la necesidad de compartir esto con otro, pero el compartir y dar no se orienta primariamente a recibir. El dar es gratificante, lleva al otro a que también sea un dador y ambos puedan gozar de una experiencia común y enriquecedora (32).

 Por otro lado, la relación tenderá a complementarse en forma negativa en personas menos desarrolladas, con un débil concepto de sí mismas, con un mayor grado de inmadurez emocional. Estas personas probablemente han sufrido carencias e insatisfacciones muy fuertes en etapas de su desarrollo y particularmente en las etapas de su vida temprana.

3.4. ¿CÓMO SE ELIGE?

A pesar de que se ha dicho que actualmente la elección recae “solamente” en las decisiones de la pareja, se podría decir que esta afirmación es cuestionable, por diversas limitaciones que restringen la elección.

 • Por un lado el fuerte peso de la socialización, lo que influye en algunos al limitarlos a escoger a un determinado tipo de hombre o mujer, señalados como atractivos por su grupo.

• Tendencia a elegir a partir de los patrones transmitidos por los padres acerca de lo que “debe y no debe” gustarle en una pareja. De esta forma, éste tiende a elegir de acuerdo a esos patrones.

• La definición del papel de la mujer en la elección. Al hombre se lo ha incentivado a una conducta activa de acercamiento sexual, en cambio a la mujer se le ha reforzado una conducta más pasiva. La mujer ha estado limitada a ser elegida, el hombre en cambio ha podido elegir.

 4. LOS PASOS HACIA EL VERDADERO COMPROMISO

Previo a una elección de pareja definitiva, hay un período en el cual es común que la mayoría de los jóvenes establezcan relaciones efímeras, donde se manifiesta una idealización inicial que da paso rápidamente a la desilusión o el desinterés. Estas mismas experiencias le permitirán más tarde establecer relaciones más duraderas.

 También la relación con la pareja definitiva pasa por varias etapas: el descubrirse y sentirse atraídos; el vivir un proceso de conocimiento en que se empieza a compartir actividades en común y en que uno y otro comienzan a dejar entrever su intimidad; la culminación del proceso para ambos es la decisión de realizar un compromiso de unir sus vidas y de formar una familia. Esta última es la etapa de noviazgo o de preparación para el matrimonio con la persona que se ha elegido. La proximidad del matrimonio los lleva a centrarse en las expectativas de su vida de pareja.

El conocimiento de sí mismo y el conocimiento del otro a través de un proceso de relación, les permite hacer una evaluación de las posibilidades de éxito, de felicidad o de satisfacción matrimonial con su pareja. Por otra parte, significa también que cada uno evalúe sus capacidades para enfrentar el matrimonio, preguntándose si será capaz de mantener económicamente una familia; si podrá cuidar de su casa y de sus hijos.

Fuente: Elsner P. y otros (1993). La familia una aventura. Ediciones Universidad Católica de Chile. 4ª edición.